A ser feliz se aprende. Es una actitud. Un
ejercicio de inteligencia emocional. Para ello solo debemos estar dispuestos a
hacerlo. No hay soluciones mágicas. La
magia es el propio proceso en sí y la capacidad de nuestro cerebro para
reeducarse a si mismo.
Se puede pasar por la vida
desde el nacimiento a la muerte, enredado en los quehaceres mundanos. Crecer,
aprender los mecanismos del caos y del conflicto de las sociedades tanto
modernas como primitivas. Dejarnos embaucar por el lujo material, la
burocracia. La diversidad de ideas caóticas, llenas de contrasentido, hasta
caer presos del pensamiento que se limita en la carne, los huesos, la tierra.
Casarnos, tener hijos, trabajar mucho, descuidarnos físicamente, olvidar que
hubo un día en que amábamos a la persona con la que compartimos la vida. Llenar
las necesidades de atención de nuestros
hijos con dinero y comodidades materiales. Envejecer y morir cansados, tristes, enfadados por una
vida sin sentido, sin pasión, sin inteligencia, sin amor. Sin conocer la
verdadera dimensión mental, ni espiritual que como seres humanos tenemos. La
luz que llevamos dentro.
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